14 marzo 2018
Alma naranja
Se cumplen cinco años del cierre de Punto Radio.
He escrito la primera línea y me he quedado clavado en el teclado después del punto, con el cursor parpadeando. La avalancha de recuerdos bloquea mis dedos. Fueron más de ocho años, miles de horas de emisión y cientos los compañeros que formamos parte de aquel círculo naranja en el dial. Esto no es fácil, pero vamos allá. El paso del tiempo mitiga el dolor y refuerza los buenos recuerdos.
Lo primero que viene a mi memoria es la ilusión del principio, que nadie mirara el reloj para empezar de cero, el hormigueo en el estómago por la ocasión vivida, el nacimiento de una cadena de emisoras en España. Ese es un sentimiento impagable del que estaré siempre agradecido. Todos seguíamos al líder, el veterano, quien más experiencia tenía en la fundación de una radio porque no era la primera. Contaré una batalla que creo que nunca fue publicada y que forma parte de la memoria colectiva de los que estuvimos allí.
Avanzaba agosto de 2004, las emisiones en pruebas se realizaban desde Cibeles FM, la emisora de Luis del Olmo en Madrid, mientras acababan las obras de los estudios centrales en la tercera planta del diario ABC. Como decía, muchas ganas, mucho proyecto, mucha reunión... pero nos cogió el toro. Los estudios no iban a estar listos para el día de la inauguración, el lunes 6 de septiembre a las 6 de la mañana. El locutorio principal no tenía ni mesa. Grabamos las primeras crónicas con un micro conectado a un mini-disc que estaba sobre un cajón, casi a la altura del suelo. Ay, la magia de la radio. Del Olmo vio el panorama y espetó que inaugurábamos el día 6 por sus galones. Trajo el equipo de su camión-móvil con el que recorría España e instaló el estudio inaugural en la Biblioteca Histórica del ABC. Hicimos de la necesidad virtud, como casi todo en aquellos comienzos. El estreno consiguió así un marco incomparable. Radio espectáculo sobre un escenario, como los clásicos. Ahora son nuestros viejos tiempos.
Aquel día contrasta con el último, en marzo de 2013. Tras el fin de las emisiones el día 14, todos fuimos a la radio para firmar el finiquito. Pantallas en negro. Silencio. Un silencio que se clavaba en el pecho. Un silencio que dolía. Un técnico amigo frenó mi intención de asomarme a los estudios. Mejor no vayas a verlo, me dijo, como si quisiera evitarme el escenario de un crimen. Como si hubieran dibujado en el suelo del estudio 1 la silueta del fiambre. No lo vi, pero imagino la mesa de mezclas desconectada, con todas las regletas abajo, con la luz roja apagada. Imagino al oyente fiel de aquella modesta emisora buscándonos en el dial, preguntándose qué había hecho para perdernos de vista... o de oído.
Entre ambos días hubo mucha vida. Dicen los que aún nos quieren que aquella fue una fantástica cantera de jóvenes profesionales. No seré yo quien contradiga esa afirmación. Muchas de aquellas voces emigraron a otras emisoras o son ahora caras muy conocidas de la televisión. Algunos cambiaron de profesión -hipoteca obliga- o, simplemente, sufrieron una prejubilación forzosa. Gajes del oficio. Además, la crisis, nos dijeron. Con todo, el éxito actual de aquellos que levantaron la antena de Punto Radio confirma el fracaso de la gestión de aquellos que nos gobernaron. Ya no hay rencores, pero a las pruebas me remito, señoría.
La nostalgia de Punto Radio despierta sentimientos enfrentados, por la ilusión vivida, por la emoción contagiada, por el esfuerzo compartido y por el dolor del cierre de la empresa que uno vio nacer. Aquella fue una inolvidable e imprescindible lección que tantos tuvimos la suerte de disfrutar o de sufrir, según el día. Con todo lo que la quisimos, el tiempo ha demostrado que no fue más que un trabajo, que si en algún momento fue -en su modestia- algo más para muchos fue por su gente. Pensando en todos mis compañeros escribo estas líneas, a sabiendas de que es imposible abarcar tantos recuerdos y sentimientos que despierta aquel micro naranja.
Me siento muy orgulloso de haber formado parte de ese punto en el dial. Me consta que es un sentimiento compartido. Los que trabajamos en la radio tenemos la suerte de formar parte de una gran familia. Nuestro corazón late al ritmo de las señales horarias. Personalmente, sé que no estaría en La SER si no hubiera aprendido lo que viví en Punto Radio. Mis nuevos compañeros de PRISA Radio saben que defiendo de corazón sus colores, pero también comprenden que mi alma, en el fondo, siga un poco teñida de naranja.
Cinco años después del cierre de Punto Radio, a punto de que muchos de aquellos locos nos veamos este fin de semana en Madrid para contarnos qué fue de nuestras vidas durante este último lustro, quiero dedicar estas líneas a aquellos que faltarán pero estarán el próximo sábado con nosotros: Concha García Campoy, Rafa Martínez-Simancas, Matías Antolín y Gonzalo Estefanía. Brindaremos por vosotros y por la radio que nos unió para siempre.
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