Lo han oído bien esta mañana, en torno a las 8:30: Luis del Olmo ha anunciado la incorporación a Protagonistas de Félix Madero, que desde la próxima temporada, a partir de septiembre, se encargará de presentar la primera parte del programa, de 6:00 a 9:30 horas. Y ahí estaba Félix esta mañana en la emisora, con el madrugón encima, que anoche dejaba el micrófono del informativo De Costa a Costa a medioanoche, como desde hace cuatro años. “Estoy preparado”, decía Félix tras el anuncio de Luis.
Y tanto. Madero es un JASP, como se decía en los noventa: Joven Aunque Sobradamente Preparado. Manchego de nacimiento, periodista de raza, ha sido galardonado con el Premio Ondas 1997, la Antena de Oro 2006 y el Premio Protagonistas 2007 en la categoría de Radio. Leo en su biografía que ha sido director de Informativos en Castilla La Mancha de la Cadena Ser, de Radio Cadena Española y de RNE. Qué tío, y sólo tiene medio siglo.
Él no se acordará, pero la primera vez que nos vimos fue en 1995, cuando ya era director de Informativos de Onda Cero Radio, cuando la cadena de la ONCE (entonces) estaba en el Paseo del Pintor Rosales, en Madrid. Madero colaboraba habitualmente con Lo que hay que oír, de Reyes Monforte, y uno por aquellas fechas era el becario veinteañero del programa, je. Nunca hablamos, pero aquel tipo me enganchó, tanto que le seguí escuchando hasta que acabé la carrera cada día a las dos de la tarde, al menos la portada del informativo, aunque estuviera en clase y tuviera que ponerme un auricular a escondidas. Pura radio. En efecto, hay lecciones que no se imparten en la universidad.
“He tenido tres maestros en la radio”, reconocía Madero esta mañana en la tertulia de Protagonistas, “Luis del Olmo, Iñaki Gabilondo y Fermín Bocos, y con estas tres referencias profesionales no puedo equivocarme”. No le falta razón. Si esa ha sido su pauta hasta ahora, los renglones nunca pueden salir torcidos. Si también tuviera que enumerarlos, yo además he tenido la enorme fortuna hasta de haber podido trabajar y compartir micrófono con los comunicadores que siempre tuve como ejemplo a este lado del transistor: Luis del Olmo, Carlos Alsina (ambos durante mi etapa en Onda Cero) y ahora Félix Madero. Bien es cierto que Madero sólo recuerda una crónica mía sobre calamares gigantes, pero vaya, fue inolvidable en cualquier caso. Y qué mejor para un programa que se llama De Costa a Costa, oigan.
Hace casi cinco años, cuando inauguramos PUNTO RADIO, Félix firmaba el 'Termómetro de la Prensa' para Protagonistas. Mientras servidor editaba y presentaba las dos horas del informativo, como ahora, Madero sólo tenía una sección del programa. No soy el único que pensaba que debía ser al revés, pero entonces él seguía siendo el director de la agencia de noticias Servimedia y no podía ser, claro. Al final, el tiempo acaba poniendo a cada uno en su sitio. Desde septiembre, Protagonistas con Félix Madero y Luis del Olmo. Como en el póquer, pareja de ases juegan y ganan.
Escribo este post porque desde que Luis anunció la incorporación de Félix en el horario que hasta ahora dirigo y presento no doy abasto con los mensajes por SMS, Facebook, Tuenti, etcétera. Esto es lo que tiene la era global, que todo el mundo quiere respuestas inmediatas y todos a la vez. Deben saber que aún falta justo un mes y medio para que se produzca el relevo y que el equipo de Protagonistas sigue trabajando a diario, cada madrugada, para que se despierten completamente informados.
Por eso, como el que suscribe está al borde de las vacaciones, yo de ustedes no me perdería el mes de agosto que están preparando Bárbara Segués, Laura Chaparro, Pablo Pazos, Javier Sánchez y David Carvajal, remezclados por Roberto Romero y Javier García Gil desde la pecera, y todos bajo la atenta mirada de nuestros nuevos compañeros, Sergio Vicente y Juan Campillo. Sé que van a dejar el listón muy alto, todo para que Madero & Co sólo tengan que preocuparse por seguir subiendo más y más.
Para entonces, mi querido oyente, mi inestimable lector, radioactivo de mis entretelas, ya sabrá dónde encontrarme: en la radio. Siempre en PUNTO RADIO, claro, así que... permanezca en sintonía.
15 julio 2009
14 julio 2009
Estoy destrozado por tener a mi hijo muerto en brazos
¿A quién culpar?
¿A los políticos, que según los sindicatos están escatimando los gastos en Sanidad? ¿A quién le echo la culpa, a los directivos y gerentes de los hospitales, que toleran guardias inhumanas del personal sanitario? ¿A quién señalo, al personal sanitario, que es humano, y que como es humano puede equivocarse, como lo hacemos todos? Es decir, ¿quién tiene más culpa, la supervisora o la enfermera novata e impaciente que alimentó a Rayan por vía intravenosa?
Estaba sufriendo hoy con terrores nocturnos cuando comprendí que los únicos protagonistas de esta tragedia no son los últimos, son las víctimas. Que la única pesadilla en vida la lleva en el pecho Mohamed, padre y viudo en menos de 15 días.
Así que olviden todo lo que escribí hasta ahora porque hoy sólo caben las palabras que Mohamed ha confesado a los compañeros del diario ABC. A las puertas de su casa les dijo: estoy destrozado por tener a mi hijo muerto en brazos.
Estoy destrozado por tener a mi hijo muerto en brazos.
Si lo que ha pasado era inevitable, ya sólo cabe esperar que paguen los culpables y que nunca más vuelva a repetirse. Nunca. Jamás.
08 julio 2009
Hoy empieza todo
En más de una ocasión habrán oído que los actores, los músicos y también muchos colegas de profesión nunca dejan de sentir mariposas en el estómago cuando están a punto de entrar en escena, de arrancar un concierto, de pedir que abran micrófono en el estudio cuando ya está en antena la sintonía. Pues bien, es el recuerdo que tengo de este momento. Deben faltar segundos para que sean las 6:00 de la mañana del lunes 6 de septiembre de 2004. Y ahí estoy, compartiendo mesa y micrófono con Luis del Olmo, sentado a la derecha del maestro en la Biblioteca Histórica del diario ABC, a punto de inaugurar las emisiones de PUNTO RADIO. Una imagen para el recuerdo, una foto para la Historia, todo un orgullo como profesional: aquella mañana me convertí en el primer periodista de la cadena que informó a nuestra flamante audiencia.
Nunca había visto esta foto hasta que llegó a la bandeja de entrada de mi correo electrónico durante el estreno de la presente temporada. En el mensaje, que aún conservo y que se titula "Primeros pasos", se puede leer:
"Quería enviártelo el 1 de septiembre porque espero que este día sea para ti también
el primero de un montón de éxitos personales y profesionales"
el primero de un montón de éxitos personales y profesionales"
Ella nunca sabrá lo mucho que me ha ayudado esta imagen desde entonces, sobre todo en los momentos más difíciles, que han sido más de los que uno siempre espera y desea. Les confieso, a riesgo de parecer aún más pretencioso, que esta foto ha sido mi refugio por muchos motivos que hoy quería compartir. Durante muchos días me he perdido entre los puntos naranjas del antiguo logotipo, en el gesto serio de los dos, en que por una vez (nunca fue precedente) Luis no lleva corbata y yo sí (lo habitual es todo lo contrario). En muchas ocasiones pensé en lo solos que parece que estamos ahí arriba y la de público que abarrotaba ya a esas horas el recinto del diario ABC, la de compañeros que estaban detrás de esa cámara haciendo posible el sueño de que diéramos nuestros primeros pasos, la de oyentes que hicieron lo imposible por sintonizarnos aquella primera mañana.
En efecto, esta foto supuso en mi vida un éxito personal y profesional irrepetible. Lo era hasta ayer. San Fermín, valiente y firme como su nombre indica y disfrazado de Estudio General de Medios (2ª oleada 2009), vino a regalarme el mejor dato de audiencia que jamás consiguió el tramo informativo de Protagonistas de 6:00 a 8:00 de la mañana. Hoy, como hace un lustro, no puedo olvidar a toda la gente que hace posible que siga ahí, aparentemente solo, con corbata puesta y todo.
Como decía esta mañana en antena, los años te enseñan que los éxitos pasan a la velocidad del rayo y que nunca son propios, que lo mejor que tienen es poder compartirlos. Así quiero hacerlo con los compañeros de la cadena de emisoras, con el equipo que me aguanta en Madrid y con los jefes de VOCENTO que siempre nos dejaron trabajar con total libertad. Estos tres amplios grupos de personas, en su conjunto, ya habían supuesto en sí el mejor regalo. Porque luego están los seres más queridos, los más cercanos aunque también estén lejos, que se llevaron la peor parte, el colchón taciturno y la vida al revés.
Cuando acaba una temporada más uno siempre tiene la sensación de final de etapa, pero recordando esta foto, el debut, aquel primer minuto irrepetible, caigo en la cuenta de que no, de que esto no ha hecho más que comenzar de nuevo. Que todo tiene sentido porque tú sigues ahí. Y tú. Tú también. Oyente. Lector. Vuelvo a tener mariposas en el estómago. Hoy empieza todo.
07 julio 2009
San Fermín
Sepan que hoy NO son protagonistas Francisco Camps, ni Ricardo Costa, ni Luis Bárcenas, ni Alberto Saiz, ni Sanz Roldán, ni Zapatero, ni Rajoy, ni Obama, ni... el ruso, ni Zelaya, ni Micheletti, ni la gripe, ni el calor, ni la DGT, ni el EGM. Ni siquiera es protagonista, realmente, Cristiano Ronaldo, aunque de todos ellos hayamos hablado largo y tendido esta mañana en PUNTO RADIO. Hoy hay otro protagonista, como cada 7 de julio, por el que se nos reconoce a los españoles en todo el planeta: San Fermín.
San Fermín vivió a caballo entre los siglos III y IV, y fue nombrado obispo cuando era muy muy joven, cuando tenía 24 años. La oposición oficial de la época a la doctrina cristiana le acabó llevando a la cárcel, donde se negó a dejar de predicar. Entonces no dio tiempo ni a que fuera imputado, directamente le cortaron la cabeza. Sólo tenía 31 años.
San Fermín. Su nombre viene del latín: fermus, que significa 'firme', 'valiente', también infatigable según cuentan los que le conocieron. San Fermín fue un mártir, pero jamás corrió un encierro, al menos que se sepa. Hoy por hoy faltan santos y sobran presuntos inocentes, porque igual a San Fermín ni le gustaban los toros.
Cría fama y échate a dormir.
San Fermín vivió a caballo entre los siglos III y IV, y fue nombrado obispo cuando era muy muy joven, cuando tenía 24 años. La oposición oficial de la época a la doctrina cristiana le acabó llevando a la cárcel, donde se negó a dejar de predicar. Entonces no dio tiempo ni a que fuera imputado, directamente le cortaron la cabeza. Sólo tenía 31 años.
San Fermín. Su nombre viene del latín: fermus, que significa 'firme', 'valiente', también infatigable según cuentan los que le conocieron. San Fermín fue un mártir, pero jamás corrió un encierro, al menos que se sepa. Hoy por hoy faltan santos y sobran presuntos inocentes, porque igual a San Fermín ni le gustaban los toros.
Cría fama y échate a dormir.
06 julio 2009
El post compartido sigue adelante
Seguimos adelante, construyendo este relato veraniego entre todos. Hoy toma un poco más de forma con la aportación de un radioactivo anónimo gaditano. Tras mi aportación, ¿quién se atreve a seguir?
Hasta entonces no había reparado en el color del cielo. Estaba completamente blanco, como si brillara. Había oído en la radio esa mañana que era un efecto del calor, de la formación de un tipo de nubes finísimas, muy raras en esa época del año. La meteoróloga lo contaba como entusiasmada, como un acontecimiento que nadie debiera perderse. Menuda chorrada. Apuntaba la vista a lo alto, a través del ventanal, por encima de los edificios, para no mirarla directamente a los ojos.
Ella en cambio buscaba mi mirada, un gesto o algo que le indicara que seguía con vida. No era para menos. Deseaba dentro de lo más profundo de su corazón que nada de lo que había contado fuera cierto, que yo no era así, que no podía haber hecho todas las cosas que le acababa de relatar y que me despojaban de cualquier máscara de ser humano que pudiera ocultar mi verdadero rostro. Quizá esperaba que debajo de mi máscara hubiera un monstruo. Pero no existía tal máscara ni monstruo. Bajé la vista para contemplar su bello rostro por última vez.
Entonces apenas puede volver a ver aquellos ojos verdes magnéticos, uno más claro que el otro. El contorno rojo por el mar de lágrimas apenas dejaba rastro alguno de la mirada que me enamoró. Cuando se tapó la cara, sollozando, se desmoronó tanto el flequillo que se le pegó a los labios. Me incliné para acercarle un pañuelo, pero el gesto sólo sirvió para pulsar el botón del llanto. Metió la cabeza entre las manos y los codos se apoyaron en la interminable, muy brillante mesa de aquel bufete sonando a metálico. Fueron un par de golpes secos. De su cuello aún colgaba la medalla de mi madre.
No podía creerlo. Estaba a punto de firmar la separación de la mujer con la que había compartido los últimos 10 años. Entre nosotros hacía mucho tiempo que desapareció la pasión y quedó la costumbre. No había brillo en la mirada ni mariposas en el estómago. Cuántas veces imaginé ese momento y nunca me atreví a dar el paso. Mi vida daba un giro, volvía a estar solo ante el destino y por primera vez en mucho tiempo era yo quien llevaba las riendas. Firmé los documentos y cogí mi pequeña maleta, mi única compañera de viaje.
Era un viejo maletín de piel, herencia de mi abuelo, que antes de maestro de escuela también fue viajante o similar, que era la costumbre por necesidad. El marrón se oscurecía por el centro de los lomos y se aclaraba en las puntas, que habían sido varias veces reforzadas por el zapatero del barrio. Cuando lo deje caer encima de la mesa contrastaba tanto sobre la mesa que parecía un dinosaurio. Tanto se reflejaba sobre la superficie, como si fuera un espejo, que cuando lo abrí para meter los papeles del divorcio parecía que una enorme bocaza los estaba engullendo. Como el monstruo que alimenta a su mascota.
Hasta entonces no había reparado en el color del cielo. Estaba completamente blanco, como si brillara. Había oído en la radio esa mañana que era un efecto del calor, de la formación de un tipo de nubes finísimas, muy raras en esa época del año. La meteoróloga lo contaba como entusiasmada, como un acontecimiento que nadie debiera perderse. Menuda chorrada. Apuntaba la vista a lo alto, a través del ventanal, por encima de los edificios, para no mirarla directamente a los ojos.
Ella en cambio buscaba mi mirada, un gesto o algo que le indicara que seguía con vida. No era para menos. Deseaba dentro de lo más profundo de su corazón que nada de lo que había contado fuera cierto, que yo no era así, que no podía haber hecho todas las cosas que le acababa de relatar y que me despojaban de cualquier máscara de ser humano que pudiera ocultar mi verdadero rostro. Quizá esperaba que debajo de mi máscara hubiera un monstruo. Pero no existía tal máscara ni monstruo. Bajé la vista para contemplar su bello rostro por última vez.
Entonces apenas puede volver a ver aquellos ojos verdes magnéticos, uno más claro que el otro. El contorno rojo por el mar de lágrimas apenas dejaba rastro alguno de la mirada que me enamoró. Cuando se tapó la cara, sollozando, se desmoronó tanto el flequillo que se le pegó a los labios. Me incliné para acercarle un pañuelo, pero el gesto sólo sirvió para pulsar el botón del llanto. Metió la cabeza entre las manos y los codos se apoyaron en la interminable, muy brillante mesa de aquel bufete sonando a metálico. Fueron un par de golpes secos. De su cuello aún colgaba la medalla de mi madre.
No podía creerlo. Estaba a punto de firmar la separación de la mujer con la que había compartido los últimos 10 años. Entre nosotros hacía mucho tiempo que desapareció la pasión y quedó la costumbre. No había brillo en la mirada ni mariposas en el estómago. Cuántas veces imaginé ese momento y nunca me atreví a dar el paso. Mi vida daba un giro, volvía a estar solo ante el destino y por primera vez en mucho tiempo era yo quien llevaba las riendas. Firmé los documentos y cogí mi pequeña maleta, mi única compañera de viaje.
Era un viejo maletín de piel, herencia de mi abuelo, que antes de maestro de escuela también fue viajante o similar, que era la costumbre por necesidad. El marrón se oscurecía por el centro de los lomos y se aclaraba en las puntas, que habían sido varias veces reforzadas por el zapatero del barrio. Cuando lo deje caer encima de la mesa contrastaba tanto sobre la mesa que parecía un dinosaurio. Tanto se reflejaba sobre la superficie, como si fuera un espejo, que cuando lo abrí para meter los papeles del divorcio parecía que una enorme bocaza los estaba engullendo. Como el monstruo que alimenta a su mascota.
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