10 julio 2014

Carpe diem. Un post sobre la muerte

Mi humilde recuerdo a Darío Barrio y Rafa Martínez-Simancas

Hoy sí tengo fuerzas.









Nunca hablo de la muerte. Es nada atractivo. Es la antítesis de lo que nos apetece hacer en esta vida, a esta hora. La inmensa mayoría de los sufridos lectores de estas líneas ya se ha ido. Esto no mola. Cuanto más lejos, mejor. Cuanto más tarde, mejor aún. 

No te separes mucho. Es un miedo que nos une. Porque allá vamos todos. De ésta no salimos vivos. 

Con esta Ley de Vida tatuada en el pecho, después de haber perdido a seres muy cercanos, más mayores y por siempre queridos, lo que más duele es que la muerte atrape joven. Que al difunto le quede tanto o más por vivir. Esa es mi pena hoy, aquí y ahora. Por eso, porque sí, aunque no sea nada atractivo, porque no apetece nunca, hablo de la muerte.

En un mes he perdido a dos seres muy cercanos para no ser familia, nada mayores para haber desaparecido y ya para siempre en mi corazón. 

Darío, 42, en un accidente. 

Rafa, 53, de cáncer.

Ya se ha escrito prácticamente todo sobre ellos. Este periodista llega tarde y mal, por una vez, a conciencia. El dolor ahogó las palabras y agarrotó los dedos. Aún no me hago a la idea de no volver a ver a dos personas tan jóvenes, que recuerdo con tanto vigor, con personalidades arrolladoras, siempre activos, siempre con algo entre manos, siempre haciendo planes. Amantes de vivir la buena vida. 

Darío era amigo de una gran amiga que indirectamente nos presentó. Nada más. Para Darío, nada menos. Desde entonces, hará tres años, siempre estuvo ahí. Encontrarte con él era una inyección de adrenalina, una bocanada de ánimo, una puta locura. No recuerdo haber mantenido una conversación en serio —siempre de coña, siempre feliz, siempre con una sonrisa—, ni en persona ni en 'er Guasa' (*). No éramos tan cercanos, pero organizó la cena de despedida de soltera de mi mujer —que me perdí, como debe ser— pero que sé que fue inmejorable. Como para no quererle.

Y Rafa

He escrito 'y Rafa' y llevo un par de minutos viendo parpadear el cursor de la pantalla. 

Rafas tiene que haber muchos en el Periodismo de este país. Ojalá tengas la suerte de encontrarte con uno. Yo me topé con éste hace una década, cuando fundamos Punto Radio, aunque mi admiración venía de Onda Cero. Rafa era genial, en persona y entre líneas. Mente ágil, verbo fácil, espíritu libre. El dardo en la palabra hecho carne. Muy culto. Muy inteligente. Muy listo. Muy simpático. Muy cabrón (**). Lo tienes fácil para comprobarlo. Antes había que tirar de hemeroteca o rebuscar en el archivo, ahora puedes seguir leyéndole en esta misma pantalla porque nos dejó (además de esta pena) güé y Twitter

Siempre estaré en deuda con él. Como me estará leyendo: gracias, maestro cordobé.

Pero yo aquí no venía a hablar de ellos. No soy quién. Descansen en paz. Este es un post sobre la muerte, la que te arrastra al vacío con el peso de la gravedad, la que deja que veas tu final como si fuera a cámara lenta. He podido contener mi enfado hasta aquí. Esta rabia es egoísta porque este dolor no tiene ningún sentido. Por qué ellos. Por qué ahora. Por qué con media vida por delante. Por qué los tipos más vitales que me he echado a la cara en los últimos años. Cuál es el puñetero mensaje. 

De la muerte nos separa la ignorancia sobre nuestro destino, dónde está el punto final, cuál será la última hoja del calendario. Afortunadamente, he sido un principiante en estos duelos hasta que me han salido canas. Esta herida se abrió ahora, al borde de los 40. Disculpa si te ofendí porque tu pesar sea mayor y más viejo, no era mi intención. Se ve que me queda mucho por aprender, mucha gente por conocer, muchos libros por leer, muchas conversaciones por librar, muchos besos que dar, muchas lágrimas que derramar.

Como no sabemos cuánto nos queda, ante la bendita duda, será cuestión de ir aprovechando el tiempo. Carpe diem para todos.

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** Apelativo cariñoso, de veras

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