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Ni el manto blanco de la nevada pudo tapar tan negro augurio. En plena ventisca, sentí un remolino en el estómago cuando leí a Zumeta que la radio había perdido 100 millones de euros en nueve meses. El agujero de la pandemia. Desconozco cómo hacen los políticos para retorcer los números, perder 100 escaños y aplaudir qué victoria.
Le di la vuelta a la tabla de pérdidas, hice el pino puente y nada. Me duelen todos los porcentajes negativos como carámbanos clavados en el corazón de mi memoria. Los diarios, -32. Las revistas, -45,5. Los dominicales, -59,1. Somos la primera generación que estamos dando la espalda al papel, con la de siglos que nos costó mejorar el papiro. Leer una publicación siempre me ordenó la cabeza como periodista: la apertura en portada, el número de columnas, si está publicado en página par o impar, el arte del diseño gráfico, la tinta en los dedos, el recorte dentro del libro como visado para viajar a ese tiempo. La entrada de cine como marcapáginas. Ay, el cine, -65,9. Un cadáver rozando la temperatura de vacunación.
Este es el futuro del sector. Toca renovarse o morir, pero el coronavirus no puede ser la excusa para precarizar lo digital y despedir al profesional. El Periodismo no está en crisis, sino los medios. Lo demostramos a golpe de confinamiento. Pero temo que, bajo la nieve que pisan los reporteros, haya una negra nada.