15 julio 2015

Incluso la radio se lee



En la costa, cuando regreso a casa, trato de desconectar. El salitre y la arena no hacen buenas migas con móviles y tabletas, así que vuelvo al papel para estar informado. Comprar el periódico a mediodía, y leerlo con la puesta de sol y los pies en la orilla. Eso son vacaciones.

—Dejé de vender periódicos a primeros de este año…

No daba crédito a las explicaciones del viejo librero de mi calle.

—Llevo toda la vida abriendo los siete días de la semana, incluso en verano. Entre semana solo se agotaba el periódico local, cada vez menos. Y los domingos, si antes vendía 150 ejemplares, últimamente no llegaba a 30. Les entiendo. Ahora se lee todo por internet. 

Las viejas estanterías de prensa estaban ocupadas por pequeños flotadores, dos Minions, y cuentos y pasatiempos a precio de saldo, con los cantos amarillentos. Aunque mantiene la papelería, que cerca de colegios sigue siendo un negocio suculento, le di un abrazo como si fuera el último.

No comparto que el diario de siempre esté obsoleto, si bien es cierto que jamás podrá competir con la inmediatez de los medios digitales. La convivencia con la radio y la televisión fue es posible. De hecho, la televisión tampoco acabó con la estrella de la radio. No hay que dejarse ahogar por esta borrachera de pantallas. Hoy por hoy, la multiplicidad de canales y el número de minutos emitidos es inabarcable. A la audiencia soberana se suma el número de likes y tuits, el boca a boca de nuestro tiempo. Medios audiovisuales a la caza de fieles lectores. Periódicos centenarios que cuelgan audios y vídeos. Incluso la radio se lee. Un océano de información para los nuevos navegantes, los mismos que antes pagaban por calidad en papel y en pesetas, los que nunca volverán a la librería de mi calle buscando noticias veraces y opiniones independientes.

@japinero