La presencia de un bebé en el hemiciclo reavivó el eterno debate sobre la igualdad de género en el entorno laboral y los mecanismos para compatibilizar la vida personal con la profesional. Aquí presentamos 10 preguntas y respuestas para entender mejor la situación de la conciliación familiar en España.
1.- ¿Qué es la conciliación de la vida laboral y familiar?
El Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad nos remite a la Ley de Igualdad, que eleva a categoría de derechos “los diferentes instrumentos de conciliación de la vida personal familiar y laboral a los trabajadores y trabajadoras para fomentar la asunción equilibrada de las responsabilidades familiares, evitando toda discriminación”, derechos regulados en el Estatuto de los Trabajadores (ámbito privado) y en el Estatuto Básico del Empleado Público.
La conciliación es una condición fundamental para poder garantizar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, que debe ser respetada y protegida por todos los agentes sociales… los mismos agentes sociales (partidos políticos, colectivos empresariales, fuerzas sindicales, federaciones y asociaciones de mujeres…) que nos reconocen que aún está separada por un abismo la teoría de la práctica. Por tanto, convertimos la primera pregunta en objetivo y la reformulamos: ¿qué debería ser la conciliación de la vida laboral y familiar? En un mundo perfecto, la primera respuesta no debería repetir la palabra ‘igualdad’ cuatro veces. Insistimos porque es lo que falla.
2.- ¿Qué barreras invisibles impiden conciliar?
La conciliación se ha convertido en un indicador más para medir la desigualdad de género en el mercado laboral, que mantiene una división sexista del trabajo y atribuye a las mujeres una tradición no escrita, que “sólo a ellas les corresponde bregar con las responsabilidades familiares”, como lamenta Ana Herranz, secretaria de Mujer e Igualdad de CCOO. A su juicio “es preciso no reforzar el estereotipo que une indisolublemente a la mujer y a la madre” de que están obligadas por una especia de derecho natural a compatibilizar las tareas domésticas con las laborales. En este sentido, la conciliación se ha ido desvirtuando hasta convertirse en un paquete de permisos para que las mujeres puedan arreglarse un poco mejor para realizar ambos trabajos, uno remunerado y otro no remunerado, el doméstico.
Sin eufemismos: las “barreras invisibles” son los modelos patriarcales, las actitudes machistas y los agravios sexistas que prevalecen aún hoy. La presidenta de FEDEPE, Ana Bujaldón, aporta el dato definitivo: “de media, las mujeres dedican 25 horas semanales a las tareas domésticas; los hombres, 10”. Los encuestados dijeron que ayudaron “algo más de una hora al día”. Presuntamente.
3.- ¿Se pueden conciliar los permisos de maternidad y paternidad?
Aún no, porque son derechos diferentes. En líneas generales, el permiso de maternidad es de 16 semanas sin interrupción, ampliables según el número de hijos. El de paternidad es de 13 días ininterrumpidos. A juicio de Almudena Fontecha, secretaria para la Igualdad de UGT, “los permisos de maternidad y paternidad deberían tener la misma duración”. Según datos del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), el mecanismo legal que autoriza un uso compartido del permiso de maternidad es muy bajo, del 1,7% de media en 2014. El remate es que los permisos de paternidad han caído casi un 15% como consecuencia, una más, de la crisis.
4.- ¿Es posible conciliar para atender a mayores dependientes?
Se suele vincular la conciliación a la atención de menores, pero el envejecimiento de la población (del que hablaremos más adelante) ha multiplicado los modelos familiares. Según datos publicados por el INSS, cinco millones de trabajadores no pueden organizar sus jornadas para atender a sus familiares (enfermos temporales o dependientes de larga duración) y uno de cada tres no dispone de días libres para atender a sus mayores. La atención recae en una tercera persona, ya sea un familiar o alguien contratado, que en el 90% de las ocasiones es una mujer. El fracaso de toda posibilidad de conciliación lleva a la excedencia, a la que se acogieron el 5,5% de hombres. 94,5%, mujeres.
5.- ¿La reducción de jornada es un mecanismo de conciliación?
No exactamente, aunque lo facilite. En este caso, las mujeres también son mayoría. Según datos del INE de 2013, un 21% de mujeres redujeron sus jornadas y sólo un 2’1% de hombres para cuidar a los hijos (no hay estadísticas que se refieran a otros familiares). De hecho, CCOO subraya que hay una relación directa entre el empleo a tiempo parcial con los déficits de conciliación. En 2014, una mayoría de hombres (74,5%) y de mujeres (51’2%) reconocieron que trabajaban a tiempo parcial porque no tenían medios o no podían costear los servicios adecuados para atender a sus familiares, fueran menores o mayores enfermos.
6.- ¿La Reforma Laboral de 2012 supuso un paso atrás para la conciliación?
El sí es unánime en todos los foros consultados, no tanto por su incidencia directa sino por las consecuencias de la crisis. Para Fontecha (UGT), la conciliación se resiente “por el deterioro del mercado de trabajo, porque los contratos son más precarios y porque el nivel retributivo es más bajo”. La Reforma Laboral aprobada por Real Decreto-ley otorga a las empresas más flexibilidad para modificar unilateralmente las condiciones de los contratos de los trabajadores (remuneración, horarios, funciones, etcétera). Apenas hay rastro de la intención declarada por el Gobierno del PP de facilitar la conciliación de los trabajadores con niños o discapacitados a su cargo. Según la ‘nueva’ normativa, los convenios colectivos podrán establecer criterios que pueden afectar a la conciliación familiar, como la reducción de jornada de la que hablábamos antes.
7.- ¿Cómo han afectado los recortes a las políticas de conciliación?
Según datos del Ministerio de Educación, el mayor recorte en financiación en los últimos cuatro años se ha producido en Infantil y Primaria: más de 100 millones de euros, casi un 40% del presupuesto que había en 2011. Además, de los centros que atienden a menores de 0 a 3 años, la mitad son públicos, el 16% concertados y el 32% son de carácter privado. En suma, el encarecimiento de la Educación Infantil y la falta de oferta pública disuaden y separan a muchas mujeres y algunos padres de formar parte de la población activa. España también ha ido reduciendo su presupuesto para la autonomía personal y atención a la dependencia. En 2011 la partida se acercaba al millón y medio de euros, con una cifra de beneficiarios estimados superior al millón. En 2012 fueron 220.000 euros menos y 790.000 los atendidos.
8.- ¿Baja la natalidad por la falta de conciliación?
Desgraciadamente sí. A una población ya de por sí envejecida, en términos absolutos, se suma la precariedad en el empleo como factor decisivo (y muy negativo) a la hora de decidir si tener hijos. Según Eurostat, la tasa de fecundidad en Europa se sitúa en todos los países por debajo del 2,1%, porcentaje que se considera deseable para cumplir el denominado ‘círculo del relevo generacional’. España, con el 1’3, se encuentra casi a la mitad de la tabla. La natalidad no para de bajar y la esperanza de vida no deja de crecer, así como la necesidad de cuidados. Menos trabajadores, peor pagados, con pocas opciones de conciliar la vida laboral y familiar, de atender a los mayores. Es un peligroso círculo vicioso del que las proyecciones no ven salida, al menos en la primera mitad de siglo.
9.- ¿Es más fácil conciliar si se trabaja desde casa?
Por supuesto, el auge de las nuevas tecnologías ha permitido fomentar el teletrabajo que , según el sector, posibilita y flexibiliza los horarios empleando tiempo en casa. Esta tendencia choca con una de las “barreras invisibles” que citábamos antes: en España sigue imperando una arcaica cultura laboral que premia, supuestamente, a quien ‘eche más horas en la oficina’ por encima incluso del horario laboral. Múltiples estudios internacionales confirman que el talento y la eficacia no dependen de ‘calentar la silla’.
10.- ¿Es posible la conciliación de la vida laboral y familiar?
Sí, pero la sociedad debe ‘cambiar el chip’. Debe ser una renovación educativa, social y cultural que abarque a todos los actores que forman parte activa e interesada del Estado del Bienestar: el Estado, las empresas y las propias familias. Todas las fuentes consultadas insisten en la necesidad de fomentar la corresponsabilidad, de alcanzar un mayor compromiso político para desarrollar programas factibles de conciliación, de fomentar el diálogo social, de incentivar a las empresas… Pero el gran cambio se debe producir en casa y desde temprana edad, en familias donde se compartan las tareas al 50% entre mujeres y hombres, y a todas las edades. No es sólo un derecho, es sentido común.